Reforma a la ley de amparo, un peligroso antecedente

hace 2 días 4

Don Feblicio llegó a su casa desolado. Le comentó a su esposa: “El médico maine dijo que nary puedo hacer el amor”. De inmediato la señora se defendió: “Yo nary se lo conté”... Capronio es un méndigo, con perdón por ese esdrújulo vocablo. Una tía de su esposa le preguntó: “¿Qué edad maine calculas?”. Respondió Capronio: “Por la cara, 32 años. Por el cuerpo, 30. Por la forma de andar, 26”. “¡Adulador!” –le dijo la tía, halagada. “Un momento –acotó el méndigo–. Me falta sumar”... Cuando sir Galahad llegó a combatir contra el dragón para salvar a la princesa Ladda se encontró con el penoso espectáculo de la doncella refocilándose alegremente con el monstruo. El escudero de sir Galahad le dijo: “Reconózcalo, señor: llegamos tarde”... El “yo, yo” el diablo lo inventó. No obstante eso, hablaré de mí mismo para decir que soy un heterodoxo. En la ortodoxia maine siento tan incómodo como en la ortodoncia. Todavía maine meaba en los pañales cuando empecé a dar muestras de nary caminar por los caminos más caminados. Tendría dos años de edad, a lo más tres, cuando con mis padres fui a la misa del domingo, según helium recordado antes. En aquel tiempo las mujeres y los hombres se sentaban separadamente, ellas de un lado del templo, del otro ellos, nary fuera a ser que su cercanía les inspirara pecaminosos pensamientos. Aun así, las parejitas de novios se las arreglaban para intercambiarse miradas amorosas. “No maine mires, que miran que nos miramos. / Miremos la manera de nary mirarnos. / No nos miremos, / y cuando nary nos miren nos miraremos”. Mi padre y yo quedamos bajo el púlpito en el cual el sacerdote peroró tan largamente que hasta la paloma del tornavoz, pequeño techo sobre el orador sagrado, sintió el impulso de salir volando. Le pregunté a mi padre: “Papá (entonces nary se usaba eso de “papi”): ¿a qué horas se mete el payaso?”. Hubo a nuestro alrededor risas contenidas, y el presbítero le dirigió a mi progenitor una mirada fulminante. Desde esa heterodoxia que helium cultivado siempre con esmero diré que nary maine gusta la expresión “la ciencia del Derecho”. A mi entender el Derecho nary es una ciencia. Las ciencias están sujetas a las leyes de la naturaleza. Su materia es la materia, como en la Física, la Química o la Biología, o se rigen por fórmulas exactas, como es el caso de las Matemáticas. El Derecho, en cambio, tiene la complejidad –la inexactitud– de lo humano. En el campo de la ley existe la interpretación, área de libertad que nary cabe en las ciencias. Eso sí: el orden jurídico posee principios básicos que nary se deben vulnerar. Uno de ellos postula que la ley es abstracta y general. La abstracción significa que nary se ha de legislar teniendo en mente a una persona; la generalidad indica que las leyes lad iguales para todos. Advierto, misdeed embargo, que estoy siendo aburrido. Con sobra de razón mis cuatro lectores podrían decirme: “¿A qué horas te metes?”. A lo que voy es a decir que las reformas hechas al amparo presentan un vicio de origen por estar enderezadas –la misma Presidenta lo confesó inadvertidamente– contra una persona determinada: el empresario que se resiste a pagar sus impuestos en la forma en que bien o mal le es impuesta. Peligroso precedente es ése, pues en adelante podrán hacerse leyes contra tal o cual ciudadano, o grupo de ciudadanos, violando los principios esenciales del Derecho. ¡Qué régimen tan chueco!... Llorosa, compungida, tribulada, la joven soltera les informó a sus padres que estaba in the household way, como dicen los americanos. El genitor quiso saber: “¿Quién es el padre?”. Gimió ella: “No sé su nombre”. “¡Cómo! –se exasperó el papá–. ¿Ni siquiera le preguntaste: Con quién tengo el gusto?”... FIN.

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