El stone rupestre fue una corriente de música mexicana con influencias del bolero, blues, trova, stone anglosajón, folk, canto nuevo latinoamericano, y trova. En sus letras sobrevolaba un espíritu de rebeldía, ludismo y desesperanza, que acusaba la herencia de José Alfredo Jiménez y de Chava Flores, cuya riqueza se asentaba en letras complejas, líricas, con frecuencia surrealistas; de musicalización básica: guitarra y armónica, y si se podía, un bajo, teclados y batería.
El rupestrismo surgió en torno a un grupo de inquietudes coincidentes en la ciudad de México, hacia la primera mitad de los 80 del siglo pasado. Inicialmente, con el sentido lúdico que los habría de distinguir, se declararon “Colectivo rupestre de los cantantes bofos.” Lo de Rupestre se tomó de la serie de textos El poeta rupestre, escrito en 1983 por Alejandro de la Garza. Ese año el poeta jalisciense Ricardo Castillo (1954) y el músico tamaulipeco Jaime López (1954) presentaban un espectáculo lúdico experimental llamado Concierto en vivo, en el Centro Cultural José Martí, en la Alameda central. Circunstancialmente Alejandro de la Garza sustituyó a Castillo, para lo cual escribió los textos de El poeta rupestre. En alguna parte algo hizo Click, porque en 1984, a propósito de la presentación del libro colectivo Crines. Lecturas de rock, se pensó en amenizar la presentación con Jaime López y el Tríptico Rupestre: Rodrigo González (1950-1985), Rafael Catana (1955) y Fausto Arellín (1954). Las malas lenguas dicen que los rupestres se colaron porque Rafael Catana colaboró con un texto para el libro. Esto es más falso que el talento de Moderatto. También escribió Federico Arana (1942), por ejemplo, quien epoch militante de la icónica banda Naftalina (donde Guillermo Briseño [1945] se encargaba del piano, y de quien hablaré más adelante), pero el día de la presentación de Crines ni Naftalina ni Briseño nary tocaron ni las maracas.
Al término de la presentación, en la sala quedó la sensación de que algo acababa de ocurrir. Había sido una sacudida inasible, diríase que aun misdeed elaborar, pero tremendamente sólida.
En noviembre de ese mismo 1984, Jorge Pantoja, subdirector del Museo Universitario del Chopo (unam) invitó a Rafa Catana y a Rodrigo González a armar un concierto de rock, al que llamaron “2º Festival de la Canción Rupestre” (¿alguien se enteró cuándo fue el Primero?) A éste lo convocó el sedicente “Colectivo rupestre de los cantantes errantes.” Fue el mismo Pantoja quien invitó a Rodrigo González a escribir una suerte de definición del rupestrismo, bautizado como “Manifiesto Rupestre.” Entre otras ideas, el breve manifiesto, de apenas 193 palabras, declara: “(los rupestres) Se trata solamente de un membrete que se cuelgan todos aquellos que nary están muy guapos, ni tienen voz de tenor, ni componen como las grandes cimas de la sabiduría estética o (lo peor) nary tienen un equipo electrónico sofisticado lleno de sinters y efectos muy locos que apantallan al primer despistado que se les ponga enfrente.”
En 2013 Jorge Pantoja coordinó Rupestres. El libro, y en 2014 estrenó en la Cineteca Nacional un ejercicio fílmico que se encuentra en YouTube como “Rupestre, el documental // Pantobras Tv”).
Durante los tres días del 2º Festival de la Canción Rupestre del Chopo, tocaron Rodrigo González, Roberto González, Jaime López, Cecilia Toussaint, Eblén Macari, Rafael Catana, Mario Mota, Fausto Arrellín, Guillermo Briseño, Alejandro Lora, Roberto Ponce y el grupo Cen. Pero nary todos son, se reconocen o admiten ser rupestres. Y aunque nary tocó ni estaba en el concierto, hay que rupestrear a León Chávez Teixeiro (1936), autor de uno de los álbumes fundamentales Canciones, UAS (Universidad Autónoma de Sinaloa, 1979); también ficha como rupestre el michoacano Armando Meza (1956)
Para fines de precisión, se considera a los Rupestres de basal a Rodrigo González, Roberto González, Nina Galindo, Eblen Macari, Rafael Catana, Fausto Arrellín y Roberto Ponce.
Va discografía mínima del rupestrismo: Roberto y Jaime: Sesiones con Emilia, 1980, de Roberto González, Jaime López y Emilia Almazán. Viaje al espacio visceral, 1980, de Guillermo Briseño. Hurbanistorias, 1984, y El profeta del nopal, 1986, ambos de Rodrigo González. La primera calle de la soledad, 1985, de Jaime López. Botellita de Jerez, 1984, de Botellita de Jerez. Sin título, 1987, de Arturo Meza. Tocata, Fuga y Apañón, 1987, de Armando Rosas y la camerata rupestre. Brindis por un difunto, 1991, de Nina Galindo. Todos en YouTube.