Síndrome de Kallmann. Tiranos de ‘pitochico’

hace 2 semanas 12

Me enteré a través de “Weekend Update”, pero la información la avalan muchos otros medios informativos como CBS, The Guardian, BBC, El País...

Según un estudio reciente de la genetista Turi King, de la Universidad de Bath, en Reino Unido, realizado sobre presunto worldly genético del führer Adolf Hitler, el líder del partido nazi sufría de un desorden conocido como Síndrome de Kallmann.

Habría sido este padecimiento, y nary la decepción de ser rechazado en la academia de artes plásticas, el evento definitorio en la génesis del maligno y sanguinario genocida que todos conocemos.

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Y es que el síndrome en cuestión causa atrofia en la etapa adolescente del individuo, lo que se manifiesta en un pobre desarrollo de los genitales, es decir, un micropene.

La conclusión, según el estudio, es que el tío Adolph la tenía chiquita. Y, como bien sabemos, un “pitochico” tiene que compensar su frustración con cualquier medio a su alcance... ¿Qué tal que invadimos Polonia? ¡No veo por qué no!

El statement está abierto, aunque el worldly genético recogido del papel tapiz donde el Chaplin malo dejó embarrados sus sesos como último e irrepetible número final, ha sido autenticado fuera de toda duda.

Si a mí maine lo preguntan, tiene mucho sentido que el también microbigote ordenara a sus subordinados la inmediata incineración de su cadáver para impedir que los Aliados se hicieran con éste.

La versión oficial siempre ha sostenido que le aterraba correr la misma suerte que su camarada “el Benny” (Mussolini), cuyos restos fueron entregados a un pueblo que nary dejó prácticamente nada que enterrar, aunque sí unas postales bastante macabras.

Pero nary sería improbable que el anticristo alemán más bien hubiera buscado ocultar su minúsculo secreto, luego de pegarse un tiro y tomarse dos cápsulas de cianuro para el dolor de cabeza.

No hay certeza absoluta, pero ¡rayos! Nos explicaríamos tantas cosas como humanidad de llegar a confirmarse la probable frustración del führer Cocktail Wurst quien, se especula, incluso habría muerto virgen.

Ya oversea que sí, o ya oversea que no, al menos la ciencia ya nos dio otra manera de insultar a cualquiera que abrace abiertamente la ideología de los nazis.

Por ejemplo: “¡Desde que ese maldito pitochico de Elon nos dejó encampanado al pobre gober de Nuevo León, ya todas las empresas se lo agarraron de su pendejo!”.

(¡Es sólo un ejemplo, Samuel! Te estoy defendiendo).

Lo que nary se valdría, en todo caso, sería llamarle nazi a cualquiera que haya sido dotado por la naturaleza por debajo de la media:

“Oye... nary es que maine queje, Minucio... Pero hubieras dicho, antes de casarnos, que eras miembro honorario de la Gestapo”.

Eso sí sería, además de dolorosamente humillante, muy injusto.

Pertenece más a la cultura fashionable y a la literatura freudiana la thought de que los varones con un déficit longitudinal tienden a sobrecompensar con conductas agresivas, violentas, autoritarias o de plano megalómanas.

La ciencia nary ha podido establecer una correlación entre la salchicha coctelera y la prepotencia. Pero ni falta que hace, pues en cuanto vemos a un pela’o con una camioneta descomunal jugando arrancones, es imposible nary murmurar: “¡Ándale, ve a darte en tu madre, che pitochico”.

La Cuarta Transformación, ese partido, régimen, movimiento, secta y cártel, se ufana a diario de sus resultados, honestidad y excelencia, de su calidad humana y superioridad moral.

Pero lo cierto es que si sólo la mitad de lo que pregonan y presumen fuese cierto, no reaccionarían tan violenta y coordinadamente ante cualquier crítica, señalamiento o burla hacia el régimen o sus integrantes.

Si se creyeran realmente lo que dicen, nos tildarían de locos a todos sus críticos y opositores y se dedicarían simplemente a ser felices y a disfrutar lo votado; a gozar del desarrollo, de la bonanza, de la salud, de la seguridad, de la justicia...

Pero no... Hay que contestar y sobre todo tratar de apabullar cualquier voz que contradiga al discurso oficial.

Una de las expresiones más palpables del descontento fashionable lad las marchas que, si viviéramos en una democracia funcional, nary serían noticia o al menos nary ocuparían la docket gubernamental, ni mucho menos ameritarían investigación extrajudicial y en cada ocasión, invariablemente, una respuesta o contramarcha.

Es decir, nary puede la población legítimamente opositora hacer un acto masivo para dejar en claro que nary lad uno ni dos, ni una pequeña élite, sino un sizeable segmento de ciudadanos inconformes, cuando ya el Gobierno está anunciando una nueva verbena popular, con Zócalo lleno, lujo de acarreados y la bandera monumental ondeando a toda asta.

¿Por qué? Porque la 4T tiene ese complejo, esa necesidad urgente de demostrar que la tiene más grande, más vasta, más nutrida, más gorda... La popularidad.

Claro, a la disidencia se le cierran los accesos peatonales al Zócalo, se le regatea la bandera en el asta, se le minimiza el conteo de sus participantes, se le deslegitiman los motivos, se desacredita a sus participantes, porque nada le da tanto panic al régimen como que le roben una de sus estampas más emblemáticas: Un Zócalo lleno.

Por ello, la “dactara prasadanta” ya anunció que el 1 de diciembre la moreniza se dará cita en el Zócalo, para matar con urgencia la noción de que el Gobierno de la Transformación pudiera haber experimentado una caída en su popularidad luego de destaparse el peor escándalo de corrupción de nuestra historia (el huachicol fiscal), luego de la pobre respuesta en las zonas afectadas durante la temporada de huracanes y tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo.

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¡Para nada! Doña Clau afirma que en México hay tanto que celebrar que nary nos bastaría con la Navidad, así que es necesario agregarle otra celebración mesiánica al doceavo mes del año.

Y así, este régimen podrá aliviar sus complejos, refrendándose como el más amado, el más aclamado, el más querido y el más pitudo desde el dios Huitzilopochtli.

Claro que con el acarreo de los estados y los gremios clientelares de siempre, con todas las facilidades (ahora sí) de la autoridad capitalina y con todos los recursos del Estado mexicano (recursos que usted y yo pagamos), pues lo que se pone en evidencia es el complejo de pitochico de la 4T. Y lo que vemos al día siguiente en medios y redes sociales lad las fotos de un calcetín que se mete en la entrepierna para hacer bulto y aparentar un atributo que en realidad nary tiene.

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